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El periodismo es crítico por naturaleza porque lo contrario se llama propaganda.  Sin embargo, a muchos ciudadanos les cuesta confiar en las noticias que le llegan probablemente a través de otros canales y no de forma directa de los medios. 

El intrusismo con fines ajenos a la información amenaza seriamente el periodismo, hasta el punto de que han tenido que surgir plataformas que se dedican a desmentir bulos y a verificar datos. 

Cuantos más canales de comunicación tenemos, más ruido y confusión padecemos. 

Los periodistas percibimos que cuesta mucho hacer buen periodismo cuando el contexto en el que desarrollamos nuestro trabajo da más importancia a las declaraciones que a los reportajes en profundidad. Cuando prima la rapidez y la velocidad por la inmediatez que imponen las redes sociales. Cuando hay una excesiva dependencia de lo viral y se acaba elevando a categoría de contenido informativo cualquier anécdota o trivialidad simplemente porque tiene muchas visitas en internet. La tiranía de la audiencia. 

En este escenario los periodistas podemos caer en un estado de desánimo. Trabajamos intensamente en un reportaje complicado que nos lleva mucho tiempo, que nos hace recurrir a muchas fuentes y recabar muchos testimonios y cuando nuestros jefes lo cuelgan en la web no tiene tantas visitas porque compite en clara inferioridad de lectores con cualquier trivialidad.

Hace años los periódicos publicaban reportajes, textos y tribunas a página completa sin apenas fotos y por supuesto con una total ausencia de infografía. Entonces los lectores éramos capaces de disfrutar estas informaciones. Hoy consumimos información de manera más rápida y directa, apenas pasamos del titular. A menudo no nos llega la información de primera mano, sino las valoraciones que se hacen de ella en las redes sociales lo cual puede provocar malentendidos. 

La sociedad cambia y el periodismo también con ella, pero ha llegado el momento de cuestionarnos si realmente estamos bien informados. Mientras tanto, en este panorama tan contaminado hay una premisa clara: necesitamos lectores y ciudadanos críticos capaces de discriminar la información de la intoxicación y la propaganda. Ciudadanos críticos que nos exijan y que reconozcan el buen periodismo. 

Olga Agüero Oláiz